Después de todo lo expuesto, podríamos preguntarnos por qué deberíamos reconocer derechos a los animales. Al igual que pasa entre los seres humanos, las relaciones entre hombres y animales serán muy heterogéneas (principalmente por la complejidad del hombre), es por ello de la necesidad de erradicar ese concepto primitivo de relación de supervivencia y poder frente a los animales, que algunos aún parecen te y en el desgraciado caso que nos ocupa, un “objeto de mi propiedad” del cual puedo deshacerme cuando deja de ser útil. Si esto último lo unimos a justificaciones basadas en teorías finalistas de la acción; esto es, el fin justifica los medios, la acción se convertirá en un Maltrato justificado para la persona que lo lleva a cabo, y en el caso que estamos analizando en particular, ¿hay mayor justificación para arrojar al vacio a una oveja, que el pretender con ello cesar el sufrimiento de su enfermedad?Pero, ¿quién dirá si es justificado o no el maltrato?, ¿el legislador?, ¿el juzgador?, ¿el dueño del animal?… o ¿cuándo podrá llevarse a cabo ese maltrato?, ¿cuándo pretendamos evitarle un mal mayor?, ¿cuándo busquemos con ello la “alimentación” del hombre?, ¿por motivos tradicionales-festivos? Hacer entender a la sociedad el valor que tiene otra vida animal no pasa por el endurecimiento de las penas establecidas a día de hoy, esto no sería más que un parche que poco puede hacer para garantizar el respeto por la vida animal, sino que deberíamos comenzar por un esfuerzo de concienciación. Una labor pedagógica que exigiera una praxis política; ahora bien, mientras para estos últimos puedan existir justificaciones al maltrato animal, tal y como recoge nuestra actual legislación, difícilmente podremos avanzar en una materia tan necesariamente defendible, como es la de custodiar la vida de aquellos que no pueden hacerlo por ellos mismos.
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